Se condenan a sí mismos los que no dejan margen para la duda. Se condenan a la hipocresía, a la soberbia, a la esclavitud de sus palabras. Se condenan a saberse omnipotentes y a la inevitable incoherencia de un futuro que pueda romper con todos sus prejuicios. Se condenan a adoptar una justicia apasionada y parcial. Se condenan a ser los obstáculos que impidan su propia y tan ansiada búsqueda de la verdad. Se condenan a creer en una justicia sin dolor, en una vida sin secretos. Se condenan a vivir su particular versión de los hechos…
Porque juzgar a alguien sin conocer la verdad es una auténtica confesión de desinterés en llegar a ella...