Abrí los ojos apenas entraron los primeros rayos de luz a mi habitación. Pequeños destellos dorados se fueron esparciendo por toda la sala dándome un empujoncito para poder levantarme. Me desperté contenta. Me calcé unas sandalias y fui bordeando el pasillo hasta llegar a mi hermana. Su cuarto también estaba repleto de luz. Virginia me escuchó entrar y me dijo: "¿Viste qué lindo está el día, Eugenia?"