Te vi tirar la toalla en la primera dificultad. Ya me lo habías adelantado tiempo atrás, cuando me confesaste uno de tus mayores defectos: "Me rindo rápido" dijiste, y no le di importancia, no había motivos para rendirse. Pero hiciste trueque con el miedo y abandonaste la partida a una casilla de empezar el turno. Un cobarde o un jugador. O un jugador cobarde. Cuando la suerte no estuvo de tu lado, revoleaste las fichas a tu antojo y pateaste el tablero terminando la jugada. "Prometeme soñar", te pedí. "Ya no es divertido, me rindo", respondiste. Y no pude hacer nada para cambiarlo.
El que se rinde pierde.
Y en este juego se necesitan dos.
María Eugenia Ulivarri Rodi