Él era un hombre inteligente, realmente inteligente. Quizás no lo sabía, quizás no quería darse cuenta. Se levantaba temprano todos los días y salía directo a su trabajo. Era bueno en lo que hacía. Todos lo sabían, menos él. Tenía sus hobbies, a los que les dedicaba una atención admirable, y, particularmente, tenía una obsesión: Quería encontrar la máquina del tiempo.
Cuando le pregunté para qué necesitaba una máquina del tiempo, sólo pudo responderme: -Para corregir...,- lanzando un suspiro de resignación antes de poder terminar la frase.
Supuse que sabía lo que hacía así que nunca le dije nada, pero me mortificaba verlo afligido por su máquina del tiempo. Podía estar el día entero buscándola y otros tantos tratando de inventarla. Había olvidado, ese hombre, que desde que nació llevaba consigo la mejor máquina del tiempo: su vida.
A veces trato de decírselo. A veces, simplemente, deseo que la encuentre...
"Sueños dirigidos", Editorial Dunken, Abril 2014